Creí que el fin de semana iba a caer pesado como una losa sobre mí, que la nostalgia me invadiría, ese vicio tan nefasto, y que se me haría eterno. Pero no.
Afortunadamente estuve muy acompañada y muy ocupada, y conseguí disfrutar el presente y no pensar en el pasado. No hay nada como no tener tiempo para pensar. Siempre que lo tengo, acabo sintiéndome peor.

Y hoy, se me ha ofrecido una segunda oportunidad, así que habrá que intentar aprovecharla, porque no hacerlo seria de idiotas.